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Quiere empezar la obra cuando algunos de la familia quitan el árbol de navidad pero no quiere diálogos sino toda una escena en donde las caras son las que describen diversas emociones. Por ejemplo: la mujer de la casa que retira por enésima vez, y con los cuidados de siempre, las esferas, las luces, moños y adornos, de repente pierde la mirada, ve esferas viejas, de las de vidrio y las soba, se le cae una de las modernas que rebotan en el suelo, todos ríen. Los jóvenes con rostro de fastidio y uno de ellos deprimido. Una mujer de unos cuarenta años observa a todos cuidadosamente con la intención de guardarse el momento en el que intuye que su hijo está triste porque se acaba el nicho de confort y calor que se dio en esa pequeña sala, pero le gustaría decirle que mejor recuerde ese día con afecto ya que no se repetirá a pesar de la voluntad de todos de que todo se repita, con el mismo árbol y los mismos adornos de hace diez años. Claro que se le dificulta prolongar la escena pues las actitudes corporales no resisten que no se hable. Tal vez si le pone un monólogo de apoyo como el de la abuela que está ordenando todos los pasos que se tienen que dar para guardar lo de navidad, los envoltorios, los pegotes, los cuidados para las figuras frágiles, las tácticas para que no se enreden las series de luces. De remate la abuela dirá: el año que entra, con los foquitos nuevos llegaremos a mil, mil luces ¿te imaginas?....
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Quiero un crucifijo. Soy ateo y voy a colgarme un crucifijo. Uno de metal. Mi crucifijo que nada tendría que ver con la religión. Y cuando me lo vean les diré que esto espero de los otros y que los otros se esperen esto de mi, pero no ser crucificado sino crucificar. Me gusta la imagen. Creo que esto es el único símbolo porque esto es lo que va a quedar, un pellejo colgante de una tipo desnudo contra el que se ha hecho lo más inmediato: punzarlo, picarlo, clavarlo y usarlo. Eso hay que esperar de los demás y por eso lo voy a traer a modo de advertencia, pero no para los demás sino para que cada vez que tenga alguien enfrente yo recuerde que eso será lo que puedo esperar. Sí, un crucifijo advertencia.
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Pueden ser estas imágenes; traigo varias como me encargaste. Esto: Mientras envuelve en papel aluminio la torta de la niña una lágrima se revienta, se ven manos de mujer cincuentona, de esas que han lavado mucho pero traen uñas muy arregladas ligeramente largas; una señora de sesenta años suerbe la nariz en una cena de mediana formalidad y apenas acerca la servilleta a la fosa nasal y la toca, descubre que hay sangre aguada y no se altera, sigue comiendo con cara de muchos amigos; hay que poner en la escena de la misma cena al tipo de blanco haciendo varias caras, está muy rígido, algo así como si lo sacaran de un ensimismamiento o que estuviera recordando algo molesto e imaginara venganzas o que estuviera aburrido tratando de conservar la formalidad con movimientos del cuello para acomodarse la camisa. Y ésta en la secuencia de la farmacia, hay que darle viveza, un radio que le bajan el volumen, la ropa un tanto usada, se ve impecable, unas plumitas en la bolsa de la camisa, mugrita creíble, más cajas de medicinas, y adornos y pegotes como de los que hay en cualquier farmacia. Yo creo que con esto ¿no?, pus para el programa que es…
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Quítale esto, como que no va, te lo dicto: -“De alguien que pierde el peso del mundo, la cohesión entre los objetos, su pertinencia, el modo de estar en lo que es el presente. Pierde la seguridad en el lenguaje, descubre que la mirada humana se extravió inevitable e irreversiblemente desde hace mucho. Todo empezó, en un desayuno, en una disquisición sobre el paso del cero al uno. No encontró sustancia y la sucesión le pareció incoherente. Argumentó el error, los números no siguen del uno al otro, nada los une, es una convención fantasma. Por eso no terminan porque la sucesión 1, 2 ,3 4, es una idea errónea y en realidad no existe la suma, es sólo un modo de ver y sentir las cosas, nada vuelve a empezar por ejemplo el paso del 9 al 10, al 11; es imposible hacer un circuito falso y creer que cuentas. No, los números no siguen”- … Hasta ahí le borras, a la gente no le va a gustar y la va a hacer bolas, no tiene caso. Ah y también eso de su afición a la televisión y eso de que anda mal con su mujer. No les gustó allá.
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Quiero dibujar mejor pero creo que ya no es cosa de la técnica sino de mí, creo que tengo problemas. Como que quiero abrirme, tener seguridad, creer que tengo una misión o un don de genialidad. Yo he visto que la gente que cree que está llamada a algo, le va mejor con lo que hace, le sale mejor y hasta tienen éxito. Creen que de veras aportarán algo al mundo y que tiene sentido y el mundo les agradecerá que pongan orden a la nada. Ese es mi problema. Creo que si me pongo soberbio, culero, medio ojete y creído me saldrán mejor mis dibujos, les falta carácter, fantasía. Me quedé en mi teoría de que sólo es posible lo que es posible. Y de lo absoluto que manda lo real. O ¿alguien ha hecho algo más que lo posible? Necesito ver más, emputecerme, pelearme con alguien, competir, querer reconocimiento, andar en el equívoco. Creo que así, si me la creo, dibujaré mejor. Eso es lo que me cuesta trabajo, creer que algo tenga sentido y creer que a pesar de que todo desaparecerá, algo quedará de lo que hago. Puta madre, cómo se le hace. Recuerdo a una pendeja, sus caminados de hembra empoderada. Ella sabe algo que no sé, esta convencida, tiene poder. Si viera su soberbia y la cara hechizada por su creencia de que tan sólo su caminado es un trazo irrepetible, un dibujo en lo real que no desaparecerá, como si dominara y supiera de lo abstracto, de las figuras que permanecen en la idea del mundo. O a un cabrón obeso que conozco que tiene la idea que sabe algo después de toda su erudición y que puede llegar a cualquier lugar con la seguridad imperturbable de que hace algo, de que es algo en este mierdero mundo. Yo creo que puedo dibujar mejor.