Mi hermana sueña con mi padre, muerto ya. Él viene a casa, grande, con el pelo largo y cansado. Mi hermana lo baña cuidadosamente con una esponja suave y agua tibia. Al enjuagar su rostro se acerca a sus ojos y toca con su nariz, la nariz de mi padre y le dice: Te pareces demasiado a mi hermano, -cosa que no es cierto aunque su sueño le digaa otra cosa-. Al despegarse las narices el parecido extraordinario desaparece. Yo robo su sueño y lo pongo aquí para establecer un contraste, una línea ruidosa o un río imaginario y definitivo entre todos aquellos que no han perdido a su padre y entre quienes hemos pasado ya al otro amplio y oscuro mundo de los que lo hemos perdido. Aunque nadie tiene una ventaja.
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