viernes, 27 de mayo de 2011

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Me hubiera gustado que estuvieras ahí para que la vieras. Un rostro agotado con labios gruesos y demasiado húmedos, entreabiertos con dientes sucios. Mormada. El lugar de la fiesta muy estrecho me permitía verla de cerca. Los ojos vidriosos. Una mujer extenuada de aliento de malestar estomacal. Platicó todo el tiempo de sus hijos estudiosos y listos. Ella sudaba mucho como un drogadicto. Me enseñó fotos de los viajes. Sonreía con dificultad y yo quería meterle con el dedo la saliva excesiva que andaba en uno de los bordes de sus enormes labios, de seguro estaba fría, como sus ojos acuosos que echaban de vez en cuando miradas al marido, sentado al otro extremo de la mesa, pregonando su sanidad moral. Yo creo que estaba harta de él. Y es que trabajan juntos en algo que nunca supe. Todo el día están juntos, seis días a la semana y este de descanso en una comida. Y sí, el marido habla mucho, muy seguro, de humildad fingida, gente que sabe y se aposentó en un punto, tal vez el señalado por la madre que ahí andaba con sus dedos muy trabajados. La mujer de los dientes sucios dijo que el año entrante se iba a una excursión. Se iba a ir sola, a una reunión de bohemios. Ya le había dicho al marido que la acompañara pero no quería, entonces sola, ahora sí. Te hubiera gustado esa decisión, parecía una venganza o una acción de identidad. La señora se iba a ir y se iba a dar a respetar -como ella lo dijo-. Yo creo que gozaba más de la separación del marido y del trabajo con él, que el viaje mismo. Lo veía en sus ojos turbios y sucios del calor polvoso de su trabajo. Sí, trabajaban ahí en su casa, no sé con qué sustancias. La pequeña ventila cubierta con una malla dejaba ver un gran cochambre graso que salía de ese cuarto de labores perpetuas. La grasa negra salía del taller en una explosión lenta y continua. Era la suma de los años y los días trasminando a otras partes de la casa. Me encantó asociar la boca sucia de la mujer con esa ventila cochambrosa y la voluntad de la mujer por largarse con el aire de suficiencia del marido que hablaba del lujo de ser pobre. Pero no, no estuviste desde entonces.

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