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No creo que haya sido el yoga. En realidad apenas hago dos tres ejercicios y eso no se puede llamar yoga. Fue otra cosa. Adopté respirar y estirarme en cada amanecer. Y fue hasta ahora, después de dos años de eso, y después de cuarenta y tantos de mi vida, que descubrí algo fundamental. Al respirar en una flexión, cuando tocaba el suelo con mis manos, de pie y las piernas rectas, endurecí todo mi cuerpo, y así, lentamente, subí los brazos, duro y exhalé. Arqueé mi cuerpo, y en una respiración profunda, aún tenso, sentí un bienestar peculiar. Hice una posición recta y me percaté del eje de mi cuerpo, un encorvamiento. Me endurecí y puse en línea mi columna con mi cráneo y a su vez con mi cadera que pidió un soporte de piernas un tanto diferente. Más bien era muy diferente. En la posición normal la presión en mi cuello produce una sensación a la que estaba acostumbrado desde siempre, es casi un carácter. La nueva posición hace que esa mínima tensión desaparezca. Tal vez me cueste trabajo pero ensayaré una forma diferente de estar erguido o sentado o acostado o caminando, consciente de mi arco óseo que va de la punta de la cabeza hasta el final de la columna y consciente de ese matiz lineal en la posición. Descubrí que simplemente estaba en este mundo mal parado.
No creo que haya sido el yoga. En realidad apenas hago dos tres ejercicios y eso no se puede llamar yoga. Fue otra cosa. Adopté respirar y estirarme en cada amanecer. Y fue hasta ahora, después de dos años de eso, y después de cuarenta y tantos de mi vida, que descubrí algo fundamental. Al respirar en una flexión, cuando tocaba el suelo con mis manos, de pie y las piernas rectas, endurecí todo mi cuerpo, y así, lentamente, subí los brazos, duro y exhalé. Arqueé mi cuerpo, y en una respiración profunda, aún tenso, sentí un bienestar peculiar. Hice una posición recta y me percaté del eje de mi cuerpo, un encorvamiento. Me endurecí y puse en línea mi columna con mi cráneo y a su vez con mi cadera que pidió un soporte de piernas un tanto diferente. Más bien era muy diferente. En la posición normal la presión en mi cuello produce una sensación a la que estaba acostumbrado desde siempre, es casi un carácter. La nueva posición hace que esa mínima tensión desaparezca. Tal vez me cueste trabajo pero ensayaré una forma diferente de estar erguido o sentado o acostado o caminando, consciente de mi arco óseo que va de la punta de la cabeza hasta el final de la columna y consciente de ese matiz lineal en la posición. Descubrí que simplemente estaba en este mundo mal parado.
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