viernes, 27 de mayo de 2011

91

Odio a mi mujer. Esa manera de hablar y de vestirse. Sus brazos cortos, la jeta de malhumor cuando no se le cumple. Su pelo pintado de güero. Odio cuando habla de política y cree que es como el fútbol. Mi mujer es corrupta. Lo sé. Todos en su trabajo lo saben. Pero lo que más aborrezco son los pelillos de su nariz y su perfume denso, de anciana adinerada ¿Porqué no se corta los pelos licenciada? Han de querer decir sus empleados. Me purga la forma de llevarse con sus amigos abogados. Sé que la quiero. Le debo mucho. Me cuida. Cuida de mis hijos y eso sí es una buena madre la consejera. Es Presidenta Consejera de la Gran Comisión de Magistrados. Muy inteligente, muy odiosa. Me quiere y mucho y yo también pero no sé qué hacer con este odio, es como un asco de algo pero no lo puedo definir porque no sé de qué me da asco. Yo también le doy asco. Me pide continuamente que me eche loción, que me enjuague la boca, que sea más cortés y más generoso. La Presidenta me trata como empleado. A veces. En casa, cuando no está pegada a su celular, suele ser normal pero cuando habla tiene ese tonito de tener el poder y sobre todo y más allá, la razón. Nuestro hijo adolescente comienza a despreciarla. Puedo verlo y lo disfruto, de hecho he nutrido ese vínculo y a veces la despreciamos juntos. Y mi hijo no se parece a mí. A ninguno de los dos. Ella es muy exigente con ellos. Los obliga a tomar clases aparte de la escuela. Me siento mejor decir esto padre, me siento mejor y deme la penitencia que sea porque siempre será más agradable que la penitencia que cargo con ella. Me gustaría decir eso. Me gustaría poder decir eso al Padre, !ah¡ y sobre todo que no fume y no por su salud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario