domingo, 25 de noviembre de 2012


caricriatura: 104

Yo ya no puedo morirme. Morirse es una experiencia menor cuando se ha vivido como lo he hecho. Y ni creas que me pasé en drogas, sexo, escrituras, artes y ciencias, brujerías o experiencias extremas, no. Nada de eso. Nada de esas mierdas. Me la pasé concibiendo, a solas, conmigo, no necesité de nada de lo que se necesita en estos tiempos: matar, joder a caballo de coca, embarrarse por ahí con alguna máquina o con alguna mujer, sufrir de amor o suicidarme. Yo ya me moría desde antes. No fue cosa del diablo, de Dios, de justicias. Nada de eso. Estoy muerto porque lo he hecho desde niño. Desaparecí. Y cuando me muera será, efectivamente, un evento neutro, majestuosamente ridículo. También es porque vivo produciendo mi propia droga. Puedo ver muchas cosas superpuestas, en simultáneo, como si viera la cadena de las causas y los efectos, de los cómos, paraqués y desde cuándos. Veo, por ejemplo, una mujer y puedo ver su necesidad, su poder eventual, su impulso de imponer lo que dice sobre lo que digo. Y veo a un hombre y veo su ridículo, sus ganas movidas por ganas de otra cosa. Puras pendejadas. Por eso yo no puedo morirme porque tengo cosas muertas que la gente tiene vivas. Los que se mueren, son los demás. Yo no, yo ya lo hice y me entenderán cuando este todo muerto. Y dirán: tenía razón, éste ya se había muerto desde antes….

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