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Yo ya no puedo morirme. Morirse
es una experiencia menor cuando se ha vivido como lo he hecho. Y ni creas que
me pasé en drogas, sexo, escrituras, artes y ciencias, brujerías o experiencias
extremas, no. Nada de eso. Nada de esas mierdas. Me la pasé concibiendo, a
solas, conmigo, no necesité de nada de lo que se necesita en estos tiempos:
matar, joder a caballo de coca, embarrarse por ahí con alguna máquina o con
alguna mujer, sufrir de amor o suicidarme. Yo ya me moría desde antes. No fue
cosa del diablo, de Dios, de justicias. Nada de eso. Estoy muerto porque lo he
hecho desde niño. Desaparecí. Y cuando me muera será, efectivamente, un evento
neutro, majestuosamente ridículo. También es porque vivo produciendo mi propia
droga. Puedo ver muchas cosas superpuestas, en simultáneo, como si viera la
cadena de las causas y los efectos, de los cómos, paraqués y desde cuándos.
Veo, por ejemplo, una mujer y puedo ver su necesidad, su poder eventual, su
impulso de imponer lo que dice sobre lo que digo. Y veo a un hombre y veo su
ridículo, sus ganas movidas por ganas de otra cosa. Puras pendejadas. Por eso
yo no puedo morirme porque tengo cosas muertas que la gente tiene vivas. Los
que se mueren, son los demás. Yo no, yo ya lo hice y me entenderán cuando este
todo muerto. Y dirán: tenía razón, éste ya se había muerto desde antes….