Tenía una imagen maravillosa. Reunía drama, miseria, hundimiento espiritual, terror infantil, brutalidad, alcohol, todo en colores grises. Muy poco sol. También una potencia bíblica. Ya era un recuerdo, lo escuché por ahí. Incluso tenía un tufo de muerte, de conmoción y de culpa inacabable. El momento cristalizó en más de una cabeza y tiene que ver con un padre sin cordura e infantes con el cerebro licuado de terror. No puedo decir más. Son cosas que yo no viví. ¿Puedo utilizarlas para una marranada narrativa? No lo haré y no tiene que ver con las mierdeces de la moral. Tiene que ver con una disciplina: la tasa de lo que es real. No puede ser usado, es una roca inamovible que se ha dado: visible, única e irrepetible, mucho menos para asuntos que tienen que ver con la lectura y la escritura. Al escucharla a través de personas que no tienen nada que ver con esto de la creación, entendí el canon de la propiedad absoluta, la posesión de la experiencia real. Ese día entendí eso de lo real. Nada de lo virtual o del inmenso reino de lo artificial, cosas neutras al fin, lo podrá entender. Es la realidad y es totalmente suficiente, ya lo veo todos los días y es el diapasón que resuena en la cabeza de Isaac.
jueves, 21 de abril de 2011
86
Me da vergüenza acomodar mis carritos, mis botellitas. Tengo que hacerlo como si las cosas estuvieran bien entre nosotros. Yo sé que me ves colocando más estantes para mis botellitas de borracho como tú les dices y más vitrinas para mis carritos. Taladro los putos muros y añado más tablitas para que la colección se vea impresionante. Quiero llegar a las mil quinientas botellitas de licores de todo el mundo. Es algo que soy yo, mis botellitas y mis carritos. Las has de ver, te han de caer gordas, has de decir ¿por qué éste buey hace eso en mi casa? ¿Por qué este buey no me alcanza, ya no me da, ya no me llega? ¿Y sigue poniendo sus putas botellitas de todo el mundo para que las siga viendo para cuando ya no esté aquí. Las voy a tirar todas, pinche briago de mierda, como si las botellitas fueran algo entre nosotros, como si creyera que me gustan, que me dan algo, que me tienen contenta, que me tocan, que me sacan de esta desesperación en la que me tiene. Maldito Mauricio, date cuenta que ya no, que te pasaste, que no se puede regresar, que es hora de que te vayas, aunque no quiera -eso has de decir-. Pinche Mau, qué voy a hacer con tanta mamada de botellita. Ni modo que alguna de las niñas las quiera guardar -eso has de decir-.
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